miércoles, 2 de marzo de 2016

Un inolvidable viaje a la Hacienda Carvajal.

El pasado miércoles, 24 de febrero 2016 un grupo de la Asociación Profesores Jubilados UPRH participamos de una excursión ecológica y cultural a la Hacienda Carvajal en el pueblo de Ciales.
A las 9:00 am salimos del recinto de la UPR en Humacao. Íbamos en una guagua inmensa que se quedó con todo el estacionamiento. En el camino recogimos a varios compañeros/as pero aun así quedaban espacios vacíos en la guagua. Viajamos comiendo galletas de casco y guineos  por todo el norte pasando Bayamón, donde  de inmediato visualizamos un centro comercial y allí nos detuvimos para tomar café y  atender los reclamos de los diuréticos. Retomamos la ruta  pasando por Toa Alta hasta llegar a Morovis y de ahí tomamos la famosa ruta de la carretera 149  hacia la Hacienda Carvajal en Ciales.  
Lo primero que apreciamos fue los enormes mogotes, algunos con apariencia de busto de caciques taínos. Los mogotes son responsables de originar la formación de cuevas  con lugares de riqueza espeleológica y son fuentes de los valiosos y atesorados acuíferos. Al ratito de recorrer aquella carretera ya pensábamos que habíamos llegado. Nada más lejos de la verdad. La carretera comenzó a transformarse  cobrando vida propia. La guagua se alargaba pegándose a la carretera como una enorme anaconda.
De súbito comenzamos a apreciar unos enormes precipicios donde la vista se perdía. La desesperación nos atrapó. De inmediato aparecieron por todos lados compañeros/as con sus celulares inteligentes indicando la ruta a seguir. Lamentablemente muchos se quedaron sin señal y otros tenían los mapas al revés. El chofer muy respetuosos los escuchaba y decía -Ujú- y continuamos muy tranquilo mirando un televisor de 32 pulgadas que trazaba la ruta.
El monte oloroso nos daba la bienvenida mientras nos atrapaba en su inmensidad. Parecía que nos salimos del tiempo y nos trasladábamos a otra dimensión. A medida que más nos adentrábamos por la carretera,  el monte se iba desnudando con rapidez, la luz del sol se desdoblaba a través de las ramas de los árboles. Eran las 12 del mediodía y daba la impresión que estábamos en la intimidad del crepúsculo.
En cierto momento reflexioné  profundamente. Por unos segundos llegue a pensar que Elisama nos había llevado por aquella ruta para que nos arrepintiéramos como pecadores.  Y es que la guagua parecía ir por una dimensión espacial no reconocida, por rumbos claros/obscuros entre sombras y claridades. Lo cierto es que aquella sensación de quietud, equilibrio, tranquilidad hacia que los pensamientos se confundieran con el follaje de la vegetación. 
Pero solo bastaba mirar hacia al lado y apreciar aquellos enormes riscos,  para que me temblara el alma y hasta los pocos tuquitos de mis cabellos se pararon. Hubo que pedirles a los más llenitos que se cambiaran del lado derecho de la guagua hacia el lado izquierdo para establecer un balance. A cada curva, cerrábamos temblorosos nuestros incrédulos ojos mientras agarrábamos fuertemente el asiento. Allí parecía que todos los puntos cardinales se alineaban.  Cada letrero que observamos que decía Hacienda Carvajal nos daba esperanza, pero a cada media hora  aparecía otro y otro sin que viéramos la luz al final del túnel.   

Lo cierto era que continuábamos aquella travesía entre riscos.  Aquellas tierras que fueron habitadas y visitadas por nuestros aborígenes, como por colonias de miles de mariposas amarillas y multicolores. Pensé en la importancia de cobrar conciencia del respeto a la biodiversidad,  el cuidado del entorno y respeto por los ríos,  bosques, flora y fauna de nuestro país.

Todos para la fonda


¡Al fin llegamos a la Hacienda Carvajal!  Pero no sin antes, pasar un susto, porque pasó una guagua escolar a toda prisa y nos llevó el espejo retrovisor. Para todos los efectos nos quedamos tuerto en aquel remoto lugar. Hubo preocupación del chofer y de alguno de nosotros. El Guía nos buscó en una guagua y nos llevó hasta la Hacienda. Nos bajamos hambrientos directos en caravana para la fonda Casa Blanca. Allí nos deleitamos con arroz y habichuelas con pollo y costillitas. Vaciamos todo el inventario de aquella extraordinaria oferta gastronómica.  Y por supuesto nos deleitamos con el rico café. 

Luego, el Guía nos llevó por las instalaciones de la Hacienda. Visitamos  el  Jardín de Bromelias, la siembra de café, la quebrada Cielito, la siembra de cacao y  la aldea Taína.  El Guía anunció que el cacao era para eliminar las arrugas, bueno para la belleza y al ratito observé que un árbol que estaba cargadito de cacao se quedó sin un fruto. Las carteras de las damas lucían más pesadas. El guía resaltó el valor histórico de la cultura taína y nos mostró unas réplicas de sus bohíos y las distintas figuras. Por último pasamos al impresionante Museo de la Imprenta.
Una taína del lugar nos observa.

Otra taína del lugar.
 Nuevamente nos montamos a la guagua tuerta para retomar el camino. No sé, pero al despedirme del guía se me pareció un poco al chofer que nos impactó abruptamente. El chofer le pidió el espejo de polvo  “Vanity Fair” de Elisama y  lo colocó en el retrovisor roto y arrancamos rumbo a Humacao. En el camino disfrutamos de la romántica música de los Pancho junto al canto de las aves silvestres. Me vi precisado de pedirle al chofer que se detuviera  para mirar detenidamente el paisaje por última ocasión. El espacio donde me detuve se humedeció. Retomamos el camino mientras observaba el hermoso atardecer a medida que subíamos las cuestas.
Elisama sometió un cuestionario de satisfacción y el 99.9 % expresó que fue una experiencia fabulosa. Muchos pidieron que se organizara a la brevedad posible otra excursión para el mismo lugar, sobre todo para darle la oportunidad a los compañeros que no pudieron asistir.  Luego, nuestras Presidenta con sus facultades omnímodas improvisó un grandioso sorteo de hermosos, prácticos y caros  regalos. Ah, y la sorpresa de última hora fue que descubrimos que la compañera Yolanda Rivera Turull , era una reincidente porque ya había visitado la Hacienda Carvajal. La compañera de asiento la miraba incrédula y como con deseos de darle una palmadita.
Finalmente llegamos a Humacao con la alegría de haber disfrutado de otra enriquecedora aventura.  
 Prof. Félix Báez Neris
3 de marzo 2016